viernes, 31 de agosto de 2007

La habitación giratoria


"Tus miedos caben en una botella de leche".
Cuando sueño, y mis sueños son, de algún modo, reveladores, siempre acabo en la habitación giratoria. Todos los grandes sueños con un mensaje para mi mundo consciente, terminan allí, en aquel sitio callado de paredes verde oliva.

En la habitación giratoria sólo hubo esta noche una mesa de madera algo torcida, y sobre la mesa una botella de cristal vacía y sucia, y un pequeño paquete de cerillas. En la ventana, había algo escrito, pero no había demasiada luz así que cogí el paquete de cerillas, y arranque una. La encendí y la acerqué al cristal: "Tus miedos caben en una botella de leche".

No puede haber sitio en un recipiente tan estrecho para la cantidad de miedo que hay aquí, bajo estas sábanas.

El papel pintado de las paredes comenzaba a ahuecarse y sus esquinas se doblaban hacia atrás, mirándome desde el techo, boca abajo. Y a mí me dio la risa al pensar qué estarían pensando al verme del revés. A veces en mi habitación giratoria sólo espero, espero a que pase el tren.

De pequeña, cuando cerraba los ojos para dormir, tenía miedo de un duende horrible que vivía en un agujero bajo mi cama, y que por la noche sacaba una mano huesuda para sujetar mis muñecas, y tirar de mi para llevarme con el. De modo que no podía quedarme dormida.
Y cuando por fin dormía, soñaba que despertaba, y que una mujer hermosa con la sonrisa llena de odio, me miraba desde arriba con un cuchillo alzado sobre mi pecho, como si yo fuera una princesa de cuento y aquella mujer, la malvada bruja.

Y al crecer, los miedos de mis pesadillas han crecido conmigo. En ese pequeño instante entre la vigilia y el sueño, justo antes de quedar profundamente dormida, una serie de imagenes habían comenzado a sucederse ante mis ojos, las caras amables de niños que hacían muecas y ancianos desdentados que sonreían, que se iban transformando en semblantes cada vez mas deformes y aterradores. Yo borraba cada horrible imagen para poner en su lugar otra nueva y agradable cara feliz que se deformaría sin remedio al paso de los segundos. Al mirarlas detenidamente, lo más complejo se volvió sencillo. Perfectos para mi, diseñados solamente para que mi pulso se acelerase y sintiera pánico, como si mi vida estuviera a punto de ser pasto de las moscas. Vi el odio en esas caras, el odio que sienten por mí, el odio creado por mí, y para mí.

La luz de la cerilla que sostenía en los dedos se extinguió de repente. Rápido busque ya a tientas, sobre la mesa, arranqué otra cerilla y la encendí. Sólo se oía silencio, y mis horribles monstruos comenzaban a transformarse en pequeños y ridículos animales de dibujos animados, que encogieron hasta adquirir el tamaño de unos pequeños y luminosos guisantes.

"Tus miedos caben en una botella de leche, sólo has de cazarlos y encontrar un corcho, para no dejarlos salir. Tus miedos caben en una botella de leche".

Al despertarme, aun no ha amanecido, y yo tengo esa frase en los labios. Enciendo la luz, la habitación ha dejado de girar, estoy en mi cuarto. Salgo de la cama para ver si nieva. Enseguida comenzará a salir el sol. El cristal está empañado, ahi fuera debe hacer mucho frío. Pienso en volver a la cama, pero antes comienzo a escribir aquella frase sobre el cristal mojado.