jueves, 28 de junio de 2007

Al escudo que sana mi pesar


Todo es tan frágil, que siento como la realidad que piso se resquebraja, a punto de romperse en miles de filamentos azulados, brillantes y cristalinos. Mis pies descalzos temen pasar por encima de mi transparente consciencia hecha pedazos.
En mis sueños, en el mundo creado en ellos, el viento sopla en el páramo, trae unas palabras lejanas, suaves y tranquilizadoras como el regazo de una madre, y a la vez resultan poco menos que angustiosas. "Ten mucho cuidado, tesoro". Sé que estoy asustada, y que siento el frío que me rodea, pero alguien se acerca despacio y entonces todo cambia.
En el mundo consciente, la primera punzada de dolor aparece cuando se clava en las plantas de mis pies la primera decepción. Y así, algunas briznas afiladas atraviesan mi piel desnuda, haciéndome sentir tan mal como pueden, haciendo que reaccione ante la pérdida, la indiferencia y la certeza de que nadie es insustituible ni esencial. En mi sueño sigo cayendo; él camina hacia mí, y abraza mi caída, y yo me enamoro de su abrazo diez mil veces por segundo.
Entonces, no se cómo, vuelve a aparecer, caminando hacia mí de nuevo, una y otra vez, en una secuencia infinita. Extiende su mano hacia el suelo y, agachándose sobre él, toca con sus dedos la verde y fresca hierba, tirando de ella con suavidad. Y entonces todo el páramo se recoge, como si fuese una manta extendida en el suelo, me cubre con ella, y yo siento que nunca dejaré de quererle.
El frío que siento se alivia con el abrigo de la artificial consciencia que yo misma fabrico. Así es como sabes quererme y hacerme feliz por un segundo que durará una eternidad en mi memoria. Porque cada instante, al ser recordado, será una experiencia viva y aún presente. Estamos hechos de la creatividad, la libertad que el arte nos otorga, los pensamientos y los sueños. Solo puedo poseer la verdad de las cosas que imagino, que creo, que hago mías mientras duermo...
Mi realidad es solamente mía.
Miles de pequeños vidrios rotos, volvieron a unirse y a cobrar sentido. La utopía de cada ser humano... hecha realidad.

viernes, 22 de junio de 2007

Noche sin teléfono, ni internet, ni digital plus


Sin ti, sólo te busco.
Nada más puedo hacer.
Aunque desaparecieras,
seguiría buscándote a tientas,
en una oscuridad
resbaladiza como el tacto de los peces.

martes, 19 de junio de 2007

La oración postrada ante el espejo



Nunca dejes que la imagen que veo en ti sea diferente de la que veo en mi.
No dejes que me deje llevar por las ganas de hacer cambios de cualquier índole en mi para convertirme en lo que los demás quieren que sea, y convertirme de ese modo en un subproducto de mi misma que ya nadie querrá querer. Soy real, un yo de piel, que no ha sido diseñado para gustar.
No dejes que me sienta como Alicia, tras el espejo, y que ese mundo que existe allí me arrastre y me haga olvidar quien soy.
No dejes que olvide que un día fui niña, que un día tuve sueños, porque esos sueños y esa inocencia, es la única cosa pura y verdadera que queda de cada uno de nosotros.
No dejes que quienes de verdad importan, a quienes quiero y admiro, dejen de ser libres. Sus alas siempre amplias y libres, dispuestas para volar bien lejos. Esas libres alas harían que nunca sientan deseos de volar lejos, o al menos no sin llevarme con ellas.
Que yo siga siendo yo, tal como soy. Que nadie me diga nada mas que la verdad, que nadie diga qué debo leer, sentir, pensar o crear.
Ni inventar...
Ni convencer...
Sólo yo.
Siempre habrá a quien no le guste... También será libre para abrir las alas y partir volando lejos.

domingo, 10 de junio de 2007

La canción de cuna de Rae


Esta noche subí a la azotea. Estaba deseando llegar a casa y subir hasta aquí.
Desde mi azotea puede verse la luna. De pequeña me enseñaron que la luna era una gran mentirosa. Esta en cuarto menguante y parece una rodaja de melón albina.
También me enseñaron que el que mira mucho a la luna se vuelve loco, aunque aún no entiendo por qué.
Aquí arriba el aire se mueve más. La noche corre más rápido, con mil patitas que se mueven a toda velocidad convirtiéndose en estela negra con lunares blancos. Ojalá hubiera más estrellas que las que surcan esta noche el cielo, cargadas de pasajeros adormecidos.
En alguna de esas ventanas con lucecitas amarillas habrá alguien despierto, mirando a la luna, convirtiéndose en un lunático por querer memorizar cada detalle del oscuro cielo.
Me hace pensar en una noche, con amigos a los que apenas reconocería por la calle, antiguos lugares de recreo y normas incumplidas.
Era una noche calurosa del mes de julio, y los buenos amigos y la noche, la luz azul, y las estrellas. Puedo sentir el blando suelo bajo mi espalda, y la débil luz de un faro no muy lejano, arrojando algo de verdad entre las mentiras de la luna, que son pequeñas telarañas de nácar. Creo que ese es mi primer momento de soledad consciente, la que sentí rodeada de gente, pero sola en medio de la nada, y feliz de estarlo.
Pensé en Noon. Qué estará soñando. Quizás uno de esos finales traumáticos y futuristas que tanto le gustan, con una sociedad utópica e inocente, y un paisaje industrial de grandes chimeneas exhalando humo.
Noon, el gris de sus ojos y toda su existencia dentro de mi mente, viene y va.
Va, de nuevo, enredándose entre mis conexiones cerebrales, haciendo apuestas contra mi sinapsis, y ganando todas las carreras.
Va, de nuevo, pronunciando mi nombre, y pienso que volveré a oírlo dentro de un par de siglos, pronunciado de igual modo.
Allá va, fluyendo por mis venas, impulsándose de forma intermitente, como un pulso, igual que las medusas...
Allá va, anocheciendo en el horizonte de mi ventana.
Un gato se me acerca, me mira con sus grandes ojos grises, en silencio y me dice:
-A dónde crees que vas?
Pero sé que si pronuncio una sola palabra él desaparecerá.
Así que no digo nada.
Tengo quince, tengo veinte, veinticinco, treinta, cuarenta, sesenta y cien años. Puedo ser antigua como el mundo si me lo propongo, es muy posible. Vivo en todos los lugares, veo todas las estrellas.
Soy toda la gente que conozco.
Si soy capaz de recordar eso... ya puedo bajar a casa, a mi cuarto, y simplemente quedarme dormida mirando desde la cama el cielo a oscuras, o la incipiente claridad amarilla y azulada, que siempre aparece cuando mas hierve la sangre, cuando más se abren los párpados.
Es hermoso ver el cielo mientras intentas cerrar los ojos y dormir.
Es muy hermoso…

lunes, 4 de junio de 2007

Anestesia social selectiva



La vida en estado de anestesia permanente es algo a lo que no tuve que acostumbrarme. Desde niños se nos muestran imágenes del sufrimiento, el dolor, la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte.
Crecemos en ellas. Pasamos sobre ellas, bajo ellas, alrededor de ellas, siempre al margen. Y nos hacemos mayores diciendo frases hechas para esconder nuestro egoísmo, para simular tener buen corazón y desprendimiento material. Porque en el fondo aún tenemos un complejo de inferioridad que nos hace sentir mal por ser egoístas. Demasiada información supongo que provoca eso, que todo te de igual, que nada te impresione lo suficiente como para sentirte preocupado.
Esta mañana un chico lloraba sentado frente a mí en el metro. Lloraba como si le diera igual el mundo alrededor, como si fuera a desaparecer todo.
Vi sus ojos enrojecidos y sus lágrimas rodando por sus mejillas y no sentí ninguna lástima. Pero no pude sentir indiferencia. Lo cierto es que me sorprendió ver a alguien lo suficientemente carente de mentira como para llorar en público, a la vista de toda una ciudad sin tratar de disimular o esconder su dolor.
Me levanté, varias paradas antes de llegar a la mía. Él no se percató siquiera, sumido en lo que fuera que le estaba haciendo sentir tan frágil y tan aislado.
-Te encuentras bien?
Me miró con unos ojos que no me decían nada acerca de la sorpresa ni la autocompasión. Sus ojos me hablaron de la rabia que sentía, y a pesar de todo, de lo solo que se encontraba. Su mirada me leyó una carta de suicidio.
Solos, lo estamos todos.
El monstruito que vive dentro de mí me susurró al oído: "Qué esperabas? convertirte en su confidente y su salvación en un instante? Tanto necesitas salvar a alguien?"
Quizás si, quizás yo había sido salvada tantas veces por mis propias fuerzas que ahora necesitaba emplearlas para intentar ayudar a alguien. Quizás necesitaba ser necesaria.
Sólo pude articular una mueca. No fui capaz de hablarle más. Se levantó y se bajó en la siguiente parada. Sólo era una persona más, común y corriente, que lloraba porque había "perdido los papeles". No necesita mi hombro, no me conoce, pensará solamente que el mundo esta lleno de tarados... o quizás le asuste también la gente "normal".
Quien sabe lo que pensó, que mas da ya. Lo vi desde la ventanilla del vagón hasta que desapareció trepando por la escalera.
Un hombre entró por los pelos en el vagón cargando una maleta grotesca y sudando como si estuviera en una sauna. Dos personas se apresuraron a ayudarle con el peso de la maleta. Yo ni me muevo, ni parpadeo.
-Gracias, gracias- dijo el hombre, sofocado, con el rostro perlado de sudor y la lengua fuera.
Esta gran ciudad es tan pequeña...