lunes, 4 de junio de 2007

Anestesia social selectiva



La vida en estado de anestesia permanente es algo a lo que no tuve que acostumbrarme. Desde niños se nos muestran imágenes del sufrimiento, el dolor, la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte.
Crecemos en ellas. Pasamos sobre ellas, bajo ellas, alrededor de ellas, siempre al margen. Y nos hacemos mayores diciendo frases hechas para esconder nuestro egoísmo, para simular tener buen corazón y desprendimiento material. Porque en el fondo aún tenemos un complejo de inferioridad que nos hace sentir mal por ser egoístas. Demasiada información supongo que provoca eso, que todo te de igual, que nada te impresione lo suficiente como para sentirte preocupado.
Esta mañana un chico lloraba sentado frente a mí en el metro. Lloraba como si le diera igual el mundo alrededor, como si fuera a desaparecer todo.
Vi sus ojos enrojecidos y sus lágrimas rodando por sus mejillas y no sentí ninguna lástima. Pero no pude sentir indiferencia. Lo cierto es que me sorprendió ver a alguien lo suficientemente carente de mentira como para llorar en público, a la vista de toda una ciudad sin tratar de disimular o esconder su dolor.
Me levanté, varias paradas antes de llegar a la mía. Él no se percató siquiera, sumido en lo que fuera que le estaba haciendo sentir tan frágil y tan aislado.
-Te encuentras bien?
Me miró con unos ojos que no me decían nada acerca de la sorpresa ni la autocompasión. Sus ojos me hablaron de la rabia que sentía, y a pesar de todo, de lo solo que se encontraba. Su mirada me leyó una carta de suicidio.
Solos, lo estamos todos.
El monstruito que vive dentro de mí me susurró al oído: "Qué esperabas? convertirte en su confidente y su salvación en un instante? Tanto necesitas salvar a alguien?"
Quizás si, quizás yo había sido salvada tantas veces por mis propias fuerzas que ahora necesitaba emplearlas para intentar ayudar a alguien. Quizás necesitaba ser necesaria.
Sólo pude articular una mueca. No fui capaz de hablarle más. Se levantó y se bajó en la siguiente parada. Sólo era una persona más, común y corriente, que lloraba porque había "perdido los papeles". No necesita mi hombro, no me conoce, pensará solamente que el mundo esta lleno de tarados... o quizás le asuste también la gente "normal".
Quien sabe lo que pensó, que mas da ya. Lo vi desde la ventanilla del vagón hasta que desapareció trepando por la escalera.
Un hombre entró por los pelos en el vagón cargando una maleta grotesca y sudando como si estuviera en una sauna. Dos personas se apresuraron a ayudarle con el peso de la maleta. Yo ni me muevo, ni parpadeo.
-Gracias, gracias- dijo el hombre, sofocado, con el rostro perlado de sudor y la lengua fuera.
Esta gran ciudad es tan pequeña...

3 comentarios:

MonsterS dijo...

Esta mujer se está labrando un futuro jalonado de éxtio literario y muerte prematura.

"seamos avaros como el mar"
Rimbaud

MonsterS dijo...

Éxito, perdón.

Anónimo dijo...

Suena a minimal este blog !!! jejeje.bss