jueves, 12 de abril de 2007

Reajustes de la realidad (2007)


Otro día más el amanecer me encontró despierta. Miraba por la ventana en busca de uno de esos amaneceres llenos de matices, de postal clavada en la pared con una chincheta... sólo un cielo gris plomizo, sólo tejados, antenas, uralita, y mi falta de sueño. El cristal, la luz mate, pobre, y mi cuerpo convirtiéndose en agua, derramándose de golpe, convirtiéndome en un charco en el suelo de madera y miles de gotas brillantes esparcidas por el aire. Después de reprimir un sentimiento uno se queda así, parado ante el mundo pensando... y si soy capaz de mentirme así como voy a volver a ser la misma persona?
El sonido de motores, de una maleta rodando en un suelo metálico, un pasillo gris y una luz estéril, mis lágrimas... por qué lágrimas. No son de tristeza, la vida no es un drama.
Prefiero pensar que se deben a la emoción que siento al pensar en lo que hemos hecho, una emoción que no me es conocida, la sensación que se tiene cuando todo el universo se ha confabulado para regalarte, por unos días, estar hecha de realidad.
No es un llanto autocompasivo por lo que se pierde, nadie ha perdido nada. Son lágrimas al comprender una realidad mas grande que cualquier persona, que cualquier hecho, un sentimiento que no sé clasificar, como las mejores cosas del mundo, las que no tienen etiqueta. Y así es imposible perder, sólo he ganado algo que aún estoy aprendiendo a asimilar, eso ha de cambiar algo dentro de mí. Y es alegría lo que siento, y esperanza, y ganas de estar cada día un poco mas viva.
Pero entretanto mi felicidad se expresa mediante lágrimas, porque sé que aun estoy aprendiendo a comprender la suerte que tengo por tener un mundo particular, perfecto, onírico y real. Por fin tengo algo, algo que no sabía que existía, que no sabía que deseaba, que nadie me ha descrito, pero que es real porque lo siento, en mi pulso, en mis sienes.
...Los amaneceres tampoco tienen etiquetas.

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